Estos Reyes de 2007 han venido más cinematográficos que nunca y me han echao varios DVDs. Tres de Roberto Rossellini con Ingrid Bergman (
Viaggio in Italia,
Stromboli y
La Paura),
Delitos y faltas de Woody Allen y
El crepúsculo de los dioses e
Irma la dulce de mi querido Billi Güirde.
Pues resulta que ayer estaba yo tan feliz en casa, con una montaña inimaginable de ropa por planchar, nadie alrededor que me molestara y ninguna gana de estudiar o hacer algo "productivo"... Así que decidí ver esta última, Irma
la douce, con Jack Lemmon y Shirley McLaine. Yo ni siquiera sabía de qué iba la peli. Sólo me fijé en que duraba 140 minutos, y pensé: bueno, es Billy, supongo que me gustará.
Y lo cierto es que me enamoró. No se me hizo larga, es más, me
quedé con ganas de más... Todo en ella me pareció dulce, suave,
en su sitio. Un antecedente de Pretty Woman pero mucho más inocente y sin tanto glamour... Un París sucio y borracho, pero feliz y despierto, vivaz, lleno de luces y de gente honrada. Dos personajes enamorados, una historia.
Y me di cuenta de lo mágico que tiene esto del cine. Pensé en esas cosas que nos contaban en la facultad, sobre los primeros espectadores del cine, que salían corriendo cuando veían la escena del tren acercarse a toda velocidad. Para ellos, el cinematógrafo era un artilugio mágico, y los que los traían, unos ilusionistas. Esperaban ansiosos la llegada del siguiente titiritero y se agolpaban en el "teatro" del pueblo, o lo que fuera que tuviesen, y pagaban su entrada, solamente por sentarse allí y, durante cinco o diez minutos, luchar contra sus ojos para no pestañear, para no perderse ni un segundo de lo que ocurría allí mismo...
A veces pienso que perdimos todo eso, que el cine ya sólo es una pantalla plana llena de dibujos proyectados,
que no soñamos nada, que no queda nada de aquel Salvatore de
Cinema Paradiso en nosotros. Y entonces aparece una película, cualquiera: de aventuras, cómica, de terror, de dibujitos... y nos rescata del presente y entonces sí. Entonces sí que somos personas.
Si es que en el fondo, muy en el fondo, sí que amo mi carrera.
Etiquetas: año