Hoy es un lunes de invierno, aparentemente un lunes más. Me siento delante de este ordenador prestado a jugar con el tiempo y hacerlo pasar más deprisa, o verlo suspenderse en el aire como una mota de polvo. Quizás preferiría que fueran siempre las 17.30 para saber que ya he terminado allí, que no tengo que volver. Quizá.
Entro en www.elpais.com y todo me indica que hoy es un lunes más. Un menor víctima de acoso escolar durante 14 años termina por irse a vivir a 190 kilómetros de su casa. EE UU confía en reanudar el diálogo con Corea del Norte por la crisis nuclear. Si hay algo que nunca he soportado es el aburrimiento, no hacer nada. No el hecho de no estar haciendo nada, sino que eso sea algo que yo no decido, que yo no escojo voluntariamente hacer." - ¿Qué quieres hacer? - Nada." Eso no es lo mismo que decir: "- ¿A qué te dedicas en tu trabajo? - A... nada."
Nunca me ha gustado cobrar por no hacer nada, pero ahora, más que nunca, lo que odio es no saber cómo acelerar el tiempo. La sensación de que han pasado horas allí de pie, paseando de un lado a otro con el sol haciendo agujeritos en mi cabeza, derritiéndome e implorando un árbol, una gorra, unas gafas, una botella de agua, algo... y que la sensación sólo sea eso, un presentimiento, una idea, no una realidad. Mirar el móvil y comprobar el peor de mis temores: que sólo hace media hora que estoy allí y ya me quiero ir.
Al fin y al cabo hoy es un lunes más. Nunca he sido detractora ni admiradora de los lunes, como otras, pero sí que me dan pereza, últimamente... Hoy, sin embargo, es que se me hace cuesta arriba. Me gusta trabajar, pensar que estoy siendo productiva y útil a la sociedad y a mí misma (por mi currículum), pero si le cojo manía por algo, entonces ya no hay nada que hacer.
Definitivamente este no es un lunes más, pero... como todos los otros lunes, hay que tener paciencia, porque no siempre es oro todo lo que reluce, ni lo que no lo hace es una puta mierda.Etiquetas: segundo