Kilométrico Boomer
How many doors had I open and closed? How often had I sneezed?
domingo, noviembre 18, 2007
¿Estamos ya en invierno?
No me enteré.

Mi cerebro sí que está hibernando. Sólo me apetece ver fotos y leer cuentos de críos.

Y yo que pensaba que esto lo provocaba el alcohol...
jueves, noviembre 15, 2007
Dos viejecitos
Los dos sentados en la mesa de un bar cualquiera, uno con su cerveza y la otra con su fanta de naranja, ambos mirando al vacío y sin dirigirse palabra alguna. Se pasarán ahí por lo menos una hora; sobre las 8.30 se pondrán en pie con mucho esfuerzo, ayudándose el uno al otro, se acercarán a la barra a pagar, despidiéndose con cariño y cansancio del camarero, y se dirigirán a su casa, donde ella le preparará una sopa caliente y unas croquetas, verán el telediario de Canal Sur y se acostarán a eso de las 10.30.

Muchas veces me pregunto por qué no lo dejo todo y me voy a un asilo a cuidar viejecitos, y a la mierda la intelectualidad, las aspiraciones culturales y políticas, las ganas de viajar y estudiar doctorados o másters...

Quienes me conocen saben que soy una apasionada de las miniaturas... me provocan una inmensa ternura, y me recuerdan a la infancia, y por eso también me encantan los niños. Están aprendiendo a vivir, y se caen y lloran, y luego se levantan y siguen andando, habiendo olvidado al segundo lo que sufrieron por el dolor, porque todavía las caídas no les dejan huella. Están indefensos, pero tienen toda la vida por delante.

Sin embargo, no ocurre así con las personas mayores, con la tercera edad, CON LOS VIEJOS (ostia). Son como niños, niños encerrados en cuerpos arrugados y decrépitos, tambaleándose en el borde, a punto de morir. Ese "a punto de" me aterra, me asusta, me angustia; por eso sé que sería feliz si cada día de mi vida pudiera ayudar a esas personas a vivir un poco mejor. No es conciencia cívica, no es un "mm, creo que estaría bien hacer algo de voluntariado", no es un acto altruísta. Es 100% egoísta. Por alguna razón que no alcanzo a comprender, me siento en deuda con ellos.

Igual un día lo hago. Si fuera valiente...

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lunes, noviembre 12, 2007
Volk
En alemán, pueblo, vulgo o gente y palabra que dio origen a la inglesa folklore y ésta, a su vez, a la española folclore.

Como muchos sabéis, las palabras no sólo denotan, sino que también connotan: están cargadas de un significado que han ido recogiendo a lo largo del tiempo gracias a, o por culpa de, los diferentes usos que pueden dársele.
Toda esta semana he estado pensando mucho en Dachau y el problema del estado (y la nación) alemanas con su pasado, o mejor dicho, con su manera de enfrentarse a él. Y justamente ayer quedé para tomar café con una chica alemana que conocí en Dachau el verano pasado, que está de Erasmus en Granada y vino a Sevilla de visita.
Le comenté que recientemente había visto Am Ende kommen Touristen en el Festival de Cine, y eso nos llevó a hablar del tema. Decidí que iba a satisfacer mi inquietud por la enseñanza de la historia en Alemania, o más concretamente, del enfoque que se daba al periodo nazi y la guerra posterior.
No me sorprendió que me hablara de este o aquel profesor, de que cada uno tenía su estilo; lo que sí me resultó muy sorprendente fue que uno de ellos, que tuvo cuando tenía 14 años, les prohibiera utilizar en su clase, y en sus exámenes, la palabra volk. Eso la obligaba a dar todo tipo de rodeos lingüísticos, hablar de "los alemanes", "la gente alemana", pero sin llegar nunca a estar satisfecha con el sentido de lo que quería decir.
El motivo era, obviamente, que el régimen nazi, con Hitler a la cabeza, había utilizado profusamente esta palabra hasta dejarla (según el profesor) totalmente desvirtuada y cargada de significado negativo.

Después de recibir estas clases, debido a las "maneras pedagógicas" de este profesor, ella quedó unos años sumida en una culpa muy profunda por ese tema, y me contaba que leyó todo tipo de biografías de jóvenes que habían vivido la guerra (como fue el caso de Ana Frank). Con el paso del tiempo y, sobre todo, a raíz de la visita a Dachau, su concepto del asunto cambió. Sigue sin sentirse capaz de decir que se siente orgullosa (todo lo orgullosa que se pueda estar de haber nacido aquí o allá) de ser alemana, o siquiera que lo lleva con dignidad, pero cree que el cambio es posible y pretende inculcárselo así a las personas que la rodean y que vayan aproximándose al tema.

Creo que aprendí más ayer de todo este asunto que con todos los reportajes o artículos que haya podido leer desde que estuve por última vez en Dachau.


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viernes, noviembre 02, 2007
Vals
La música de cierto éxito reciente del cine francés me transporta automática e inconscientemente a un pequeño pueblo del Levante español, a unos concretos y fríos días de noviembre de hace ahora dos años. Siento en mis antebrazos la temperatura de nuevo, veo el piano viejo y arrumbado contra la pared de casa de tus abuelos, y al instante siguiente tus dedos largos y finos acariciando las teclas y arrancando de ellas la suave melodía que ahora vuelvo a escuchar.

Siempre me resulta fascinante recordar aquello, no sólo ese momento sino todos los que le precedieron y siguieron, toda la batería y el saco infinito de vivencias y trocitos de días que fui acumulando, como si supiera ya entonces que ahora los necesitaría. Siempre añoro aquel año como una sucesión larga y costosa de buenos ratos y una prolongación tonta y malvada de malos comportamientos de personas malvadas, o simplemente tontas, que tropezaron conmigo y mi felicidad de entonces. Añoro mucho aquellos días, pero ya no con la terrible nostalgia que nace de la angustia, la angustia amarga de saber que ya han pasado, sino con la melan-colía de saber que no pueden volver, que las personas con las que vivimos nos actualizan la saca de experiencias, pero aquellas de las que nos separamos abandonan las suyas y se van quedando obsoletas, y a fuerza de tenerlas al fondo de la maleta, acabamos casi-olvidándolas. Y es entonces cuando pienso que "es como si nunca lo hubiera vivido", porque de aquello apenas queda nada, sólo fugaces contactos y eternas promesas, viajes que no haré y cartas que no escribiré, y no lo haré porque hace mucho que me resigné al dolor de haberlo perdido todo, de que haya pasado. No es tristeza, yo ya sé que esto tiene que ser así, no querría volver atrás para vivirlo, ya tuvo su momento y ese momento pasó. No quiero recuperar a esas personas y actualizar la larga lista de experiencias (con algunas contadas excepciones), aunque quiero conectar con ellas de cuando en cuando para asegurarme de que sus vidas están bien. Porque quiero a esas personas, quiero a esa ciudad y a los bancos de sus parques, pero les quiero como a esa profesora del colegio que nos hizo tan felices o a esa amiga invisible que nos inventábamos de niños, o al primer amor, que ya se fue de nuestras vidas. Acaricio sus imágenes dentro de mí, quiero conservarles intactos en mi memoria, pero sé que no puedo adentrarme en esas vivencias, como si estuvieran completamente fuera de mi alcance, y es eso lo que me provoca la dolorosa sensación de que no me pertenecen.
En definitiva, ya no es añoranza, dificultad para seguir caminando sin ellos/aquello. Es simplemente haber seguido adelante lo que me hace mirar atrás con tristeza.