Tantas agitaciones de estado y cambios de destino público, instrúyennos para que no confiemos demasiado en el nuestro. Tantos nombres, tantas victorias y conquistas sepultadas en el olvido hacen ridícula la esperanza de eternizar nuestro nombre por prender a diez arqueros o a un vigía al que sólo se le conoce por su caída. El orgullo y la soberbia de tantas pompas extranjeras, la hueca majestad de tantas cortes y grandezas, nos asegura y ayuda a nuestra vista a soportar el brillo de las nuestras sin guiñar los ojos. Tantos millares de hombres enterrados antes que nosotros, nos animan a no temer a ir al otro mundo a reunirnos con tan buena compañía. Y así con todo lo demás.Michel de Montaigne, "De la educación de los hijos", contenido en
Ensayos I.
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Algo de eso hay, sí. Aunque no siempre funciona.
Besitos