Estoy cansada por ti, gracias a ti, a través de ti, a causa de ti.
Siempre me ha rebosado la energía. Humor, bromas, alegría, sonrisas. Siempre me han sobrado las ganas de vivir. Sueños, promesas, ilusiones. Por ti me volví un poco fantasma, y un poco menos viva. Me robaste algunas cosas, las que te dejé y las que no te importó profanar. Todo por un puñado de besos, por un mes de eternos minutos de felicidad.
Voy a hacer una operación quirúrgica con nuestra relación: ahora eres dos personas, dos episodios diferentes, y tendré que darle otro nombre a la segunda. La primera es la misma, es tu nombre con seis letras, con seis pies caminando hacia mí, seis dedos bajando por mi espalda, ese mismo nombre que susurraba o te gritaba al oído, ese nombre que podríamos encajar en todos los minutos eternos de felicidad.
La segunda, no sé, será como el alter ego de Spiderman, el malo, el que va de negro y lo jode todo. O no. Pero en mi caso sí, lo jodió.
Así que allá voy, cojo el bisturí y las pinzas, y te cerceno a ti, mala. Me quedo con la chica, se acaba la película, y todos salimos del cine sonriendo, sacudiéndonos las palomitas de la camiseta.

Estoy cansada por ti, pero también estoy llenándome a pesar de ti, a pesar de tus esfuerzos por quemar los restos de los restos de la ceniza que me has dejado dentro. Hay personas para las que no es suficiente con irse de la mesa, tienen que arrastrar el mantel con ellas.

Yo no.

Yo me voy y te dejo ahí, balbuceando y malmetiendo, queriendo atarme a ti con hilos mentirosos y quebradizos.

Pero ya no me importa, de verdad te lo digo, ya no.