Cuando las personas nos enamoramos, inmediatamente empezamos a hablar un idioma independiente, propio. Los gestos y las miradas cobran sentidos diferentes, nuevos, y ya no nos entiende cualquiera, ni siquiera nosotros mismos nos reconocemos en las voces de otros enamorados como nosotros. Es como si alguien hablara por nuestras bocas, usando nuestros labios y nuestros ojos para perseguir sombras distintas y dibujar ideas contrarias...

Nos volcamos en ríos de tinta sobre el papel e inmediatamente lo mojamos;

saltamos bajo la lluvia, nos empapamos los bajos de los pantalones, los botines, y luego nos arrancamos las gotas con furia y nos limpiamos las gafas;

preparamos rezos y plegarias profundos y sinceros, y quizás hasta hincamos las rodillas en el suelo y rezamos, para inmediatamente levantarnos y salir corriendo, huyendo de vergüenza;

nos dejamos arrastrar por el amor y compramos, malgastamos, derrochamos dinero en regalos, dádivas, presentes, con su color favorito, su aroma favorito, su cantante favorito, para luego lanzarnos al cajón del escritorio e insultarnos hasta en sueños por nuestra osadía;

preparamos discursos de palabras en otro idioma que no es el nuestro y nos las aprendemos de memoria, para poder decirlas cada día, fingirlas cada día, mientras nuestro corazoncito se retuerce dentro porque no entiende una palabra de lo que estamos diciendo.

Así, dicen, es amar... o al menos amar sin ser correspondido...

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