Odio cuando abro una ficha y veo apellidos con I y E y U y W y Van y Hooijdonk, o reconozco tu acento y me entran ganas de llamarte. Tengo tu móvil, tu dirección, tengo tu mail, puedo ponerme en contacto contigo, eso es lo que me mata, la tentación, las ganas de saber de ti, de hacer valer tantas promesas. Soy una cabezota, una estúpida, empeñada en mantenerte en mi vida y no sólo en mi memoria, a toda costa. Como si sirviera para algo, como si pudiera volver atrás y arreglar algo que nunca pude romper, ni me dejaste, por arrepentirme de errores que no tuve tiempo de cometer y desdecirme de frases que no me atreví a decir cuando debía. Será que cada mes tengo un ataque de histeria y de nostalgia y de sonidos guturales, de sueños y pesadillas en los que sólo veo tu nombre y escucho tu cara, y todas las niñas llevan tu pelo, y lo mueven como tú, y se ríen enseñando los dientes y me guiñan el ojo y me hacen sonrojar como sólo tú supiste hacerlo. Será que necesito más tiempo, o enamorarme otra vez, u olvidarme de tu nombre, quizás sea todo eso y algo más, algo que no alcanzo a ver a pesar de que van ya muchos meses apartando tu pensamiento a manotazos y escupiendo en tus palabras como si me creyera que te desprecio, cuando en realidad supongo que lo que pasa es que todavía te quiero.

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