Definitivamente tengo un problema. Sí, un problema gordo, grave y horrible...: Le cojo cariño a la gente demasiado rápido. En realidad, no sé qué significa "demasiado" en este contexto, pero es igual. Hace tan sólo 28 días no conocía a estas chicas, y ahora pienso en no pasar las tardes bromeando con ellas, riéndonos de los clientes, contando los minutos que faltan para el descanso... y se me hace muy raro. Sé que nos volveremos a ver allí en Pineda, que seguiremos robándonos tabaco y tirándonos los cafés encima (sin querer), y prestándonos cinco céntimos pa las botellas de agua. Sé que nos veremos alguna vez sentadas frente a frente, no sólo de lado y con los cascos de por medio. Pero me da pena, es algo que no puedo evitar...
El otro día hablaba con Pili sobre lo guay que es conocer gente nueva, hacer viajes, vivir experiencias nuevas y vincularlas para siempre a una cara, una forma de reír, una camiseta... Y lo duro que se hace luego vivir sin todo eso. Lo duro, y lo sorprendentemente normal, y lo rápido que te adaptas a todo lo que tenías antes, como si nunca te hubieras marchado.
Como si nunca te hubieras marchado... Pero no, no es posible. Una vez que han entrado, ya no les puedes borrar de ahí dentro, de tu cabeza, de ese rinconcito de tu pecho... Y aunque la vida siga y te encante, cuando ellos aparecen en tu mente hay una parte de ti que se sigue muriendo un poco, que se retuerce por dentro y llora, y piensa en qué injusto es tener que estar siempre separado de alguien.
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Te echo de menitos, vuelve! (snif, snif)