Esta mañana he abierto los ojos y he mirado alrededor. Sombras diferentes, acosando desde esquinas diferentes. Diferente la luz que penetra entre las cortinas; diferente el habitante de mi derecha. Diferente la estructura de las camas, y diferente la longitud de las baldosas del suelo.
Esta mañana me he levantado y he estado pensando. Pensando en los dos años y medio que me he pasado odiando a una sombra. Teniendo miedo a un trozo de humo que se paseaba delante de mis ojos, aterrada por si al estirar el brazo sin darme cuenta, lo tocaba y volvía a caer en la misma espiral.
Esta mañana me he lavado la cara con agua de un grifo diferente, con un sabor diferente; sin embargo, rebotó en mi piel de la misma manera, y me refrescó con la misma alegría, y me lloraron los ojos cuando levanté la vista y me miré en el espejo, y me sangró la nariz al agacharme, y me vinieron a la mente los mismos recuerdos, pero... Esta mañana la sensación ya era diferente, distinta, otra. Mi pequeño fantasma murió.
De fondo: There is a light that never goes out, de The Smiths (
... and if a double-decker bus crashes into us, to die by your side is such a heavenly way to die...)