Aleluya ¿por qué? Porque el sol sigue saliendo por las mañanas. Porque me sonríen, cuando paso por la esquina, los muchachos de la obra. Aleluya, ¿por qué? Porque sigue abierto ese videoclub, ese gran baúl de vidas e historias que puedan reemplazar la mía por un rato. Aleluya porque sigo podiendo ir andando a la facultad. Aleluya porque me encuentro frases pintadas en el suelo, escritas por alguien que, lo sé, quiere protegerme. Sé feliz, lucha, no te rindas, me dice. Y yo me sonrío cada vez que piso las letras, y me prometo que de mañana no pasa, que mañana les hago unas fotos y las cuelgo en alguna pared de mi cuarto.
Aleluya porque alguien me recuerda que soy yo, me llama por mi nombre, y pronuncia el suyo sin que le tiemble la voz, sin miedo y sin vacilación. Aleluya porque puedo coger trenes que viajan en la superficie, que esquivan personas y árboles y serpentean por las avenidas grandes, a ritmo lento pero acompasado, haciéndome más alegre el camino.
Aleluya porque mis pulmones no son tan vagos como yo, y no se rinden nunca. Aleluya porque sigo siendo vida, sangre, aire, líquidos, y siguen quedándome trescientos veintiocho momentos felices por vivir.
De fondo: Leonard Cohen - Hallelujah
De fondo: El pianista - Nocturne in E minor, Op.72 No.1, Frederic Chopin